Los miembros de la compañía Atelans se convierten en marionetas a las que han segado los hilos y, desbordadas y desbordantes, acribilladas de los calambres y las pulsiones de la avaricia, la lujuria y muerte , regurgitan, gorjean y brincan mientras enhebran una farsa a la luz de la luna del cementerio y ofician un guiñol junto a las trascas de un burdel. Y mientras, como un diabólico coro griego y eclesial entonan plegarias laicas mientras invocan a Raphael.